De todos los signos del zodiaco hay algunos que tienen energías que me resultan más apasionantes y bellas que otros. Durante un gran lapso de mi vida, no le encontraba mucha trascendencia a la energía acuariana. Quizás por limitaciones en lo personal y tener ligadas ideas muy personificadas de la energía en sí. Sin embargo, en el último tiempo me empezó a parecer cada vez más mágica.
Se dice que la energía Capricorniana va desintegrándose y dándole lugar a los nuevos caminos y las nuevas ideas, donde ya no hay un propósito individual o una meta; sino que todos aportan una maravilla distinta al mundo y así este se mantiene en equilibrio. Ya deja de importar de cierta forma el camino propio, porque es como si todo estuviera guiado y sin necesidad de explicarlo contamos siempre el uno con el otro.
Acuario tiene esa magia de desapegarse y no hablo en el sentido de lo material o los sentimientos, sino de pensar más allá de lo que está pasando hoy acá, su mente vuela a velocidades increíbles.
La era acuariana me encuentra más introspectiva que de costumbre, me da ganas de probar hasta dónde puedo llegar sin nadie que me diga cómo tengo que hacerlo, o cuándo.
No dejo de estar conectada con los que quiero, pero sin embargo me veo armando mi propio camino y me apasiona verme atravesándolo sola, animándome a lo desconocido por primera vez después de muchísimo tiempo. Tengo una alegría similar a la que sienten los niños maravillándose con el descubrimiento de las pompas de jabón o cuando descubren que pedaleando pueden andar en bicicleta.
Me siento viva, creativa y feliz. Desapegada al resultado y disfrutando del recorrido como nunca antes.
Hacía tanto tiempo no me sentía así, como si todo el año que pasó solamente me haya dejado sentar las bases para hoy poder jugar con las estructuras y felizmente renacer.