Siempre creí que los grandes amores son los demás, pero en realidad los grandes amores somos nosotros en esa persona.
Es algo casi mágico, es como un encuentro muy particular en el que nace luz y es tan difícil de contener que irradia hacia todos lados.
Siempre creí que era la otra persona la que me daba amor, pero era yo misma y él era un simple reflejo.
Acaso yo soy capaz de amar así? Yo fuí capaz de quedarme cuando todo parecía una gran tormenta? Yo fuí capaz de calmarlo cada vez que enloquecía? Yo lo hice sonreír durante tanto tiempo? Fuí yo la que incendiaba la habitación cada vez que hacíamos el amor? Sí, fuí yo.
Yo lo sacudí y lo desperté después de una larga letanía, aunque quizás debi dejarlo en ese camino.
Me amó desde mucho tiempo antes de que se diera cuenta porque yo lo llené de luz y de alegría.
Fuí sin dudas uno de sus grandes amores, porque dí más de lo que recibí. Dí todo de mí porque me hacía feliz hacerlo sentir especial y único.
Es en este momento cuando me doy cuenta que la gran pérdida no la tuve yo, porque todo lo que dí siempre va a estar dentro mío como un recuerdo de cuánto puedo amar y amarme. Soy capaz de hacer feliz al hombre que tengo al lado, puedo hacer que brille y quererlo hasta el fin de mis días y eso es algo que te va a costar olvidar.
Te hice experimentar en dos años más de lo que habias sentido en los últimos cinco, te dí valor para que te animaras a hacer lo que dudabas.
Yo me voy feliz sabiendo que cuando alguien conozca todo lo que tengo dentro va a estar dispuesto a quererme y dejarme quererlo.
Es maravilloso hoy amarme de la manera en la que te amé y no supiste verlo.
No te deseo lo peor y lo mejor tampoco, porque eso ya lo tuviste y me dejaste ir
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