lunes, 22 de junio de 2015

Veinticinco + Wild

Veinticinco días que empecé tachando palito por palito como si fuera una espera interminable, para darme cuenta que la espera no es a que vos vuelvas, la espera es hasta que yo vuelva a habitarme.

Habitarme, tenerme, quererme, todas esas palabras que parecen fáciles de pronunciar, e incluso de escribir, pero que no sé si en algún momento las conocí. Quizás  las viví, pero no recuerdo qué botón de mi cuerpo apreté para que eso sucediera. Y en este momento me siento frente a un espejo examinándome, para tratar de volver a encontrarlo. Examinarme es la única manera que tengo de volver a habitarme, ¿por dónde entré?, ¿por dónde salí?, ¿por qué me fuí?
Me extravié y tengo que encontrar el camino de vuelta a casa. A mi casa. Yo soy mi casa.

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 'Sabía bien que era mejor que me mostrara así, con ese aspecto, tal como me sentía y olía. Al fin y al cabo, era lo que Ed había descrito un tanto imprecisamente como <<la única chica en el bosque>>, sola en medio de una panda de hombres. Por necesidad, allí en el sendero, sentía que debía neuralizar sexualmente a los hombres con quiénes me cruzaba, para lo cual debía ser, en la medida de lo posible, una de ellos.
 Nunca había hecho eso en mi vida, interactuar con hombres exhibiendo la continua indiferencia que implica ser uno de ellos. No me pareció algo fácil de sobrellevar, allí sentada en mi tienda, mientras los hombres jugaban a las cartas. A fin de cuentas, siempre había sido una chica, consciente del poder que me otorgaba mi femeneidad y dependía de él. Al reprimirlo, sentí un lúgrube malestar en el estómago. Comportarme como uno más de entre los chicos implicaba dejar de ser la mujer que tan expertamente era entre los hombres. Una versión de mí misma que empecé a sabotear a los once años, experimentando ya por entonces un cosquilleo de poder cuando hombres adultos volvían la cabeza para mirarme o silbarme o decir ''Eh, linda'', levantando la voz lo suficiente para que yo los oyera. La versión en la que me había apoyado a lo largo de la secundaria, matandome de hambre para parecer delgada, haciéndome la tonta y la niña linda para tener éxito y lograr que me quisieran. La versión que había probado durante mi primera juventud mientras me probaba distintos disfraces: material girl, punki, vaquera, alborotadora, de rompe y rasga. La versión para la cual detrás de cada par de botas arrebatadoras o faldita sensual o movimiento de pelo había una trampa que conducía a la versión menos real de mí misma.'

Wild. Cheryl Strayed: Pag. 133, Ed Roca.


lunes, 1 de junio de 2015

Extrañar

Cómo hago para no extrañarte? Cómo hago para volver a sentir tus abrazos y tus besos?
Cómo hago para volver a vivir esa última mañana juntos en la que me acariciaste hasta que me desperté? Daría todo por volver a esa mañana, a esos minutos antes de que te fueras.
Porque si bien fué la última, la prefiero mil veces antes de despertar todos los días con esta pena.
No me interesa ni siquiera volver a vivir los días más lindos, con esa última mañana me conformo. Con algunos de esos besos y esas caricias. Quisiera volver mil veces a ese instante aunque fuera el más chiquitito a comparación de todos los que tuvimos.
O incluso también volvería a la noche en el que el mosquito no nos dejó dormir y estábamos empacados. O tus festejos porque Boca ganaba y yo me enojaba. Prefiero muchísimo esos momentos a este en el que ni siquiera puedo estar cerca tuyo.
Mi cuerpo te extraña y yo te extraño.
Extraño cada detalle de tu cara y de tu cuerpo, cada mirada, cada palabra de amor me dabas, cada té, cada beso, cada sonrisa.
Todo momento junto a vos es tan maravilloso que me llena de paz y de amor. Cada momento con vos me transformó. Resplandecíamos.

Te acordás que una vez te dije que cuando sentí que no iba a poder acariciarte nunca más me atrapaba un sentimiento de tristeza del que era imposible escapar. Y cuando decidimos volver, no paraba de acariciarte y decirte lo hermoso que era hacerlo. Desde ese momento siempre me encargué de repetirlo, de recordarte cuáles son los espacios de tu cuerpo que más me gustan.
Tu espalda, tu piel, tus pecas, tus manos, tu barba, tus ojos, la suavidad de tu pelo, tus piernas y tus pies. Después están los momentos; las largas caminatas, la elección de las películas, los findes de ocio en la cama, las charlas, el descubrimiento de nuevos lugares, nuestras quejas sobre cómo deberían ser los lugares o qué falta, las miradas cómplices en el colectivo, las sonrisas cada vez que nos buscamos entre mucha gente y nos encontramos, las veces que nos agarramos la mano para dormir, cuando descubrí que abrazándote te volvías a dormir, cuando no nos hablamos y estamos sintiéndonos igual, cuando me alzás para bajar del colectivo, cuando me filmás bailando, cuando descubrís un nuevo aroma que me queda bien, cuando me acariciás el pelo, cuando me repetís lo hermoso que es cuando lo plancho para salir, cuando me decís que tal vez chapando fuerte todos se sientan desubicados y quieran irse de la fiesta, son tantos momentos que no me alcanzan los caracteres para describir lo que se siente estar con vos.

Te extraño, príncipe. Cada segundo que pasa me resulta extraño no estar diciéndonos lo mucho que nos queremos.
Cada parte de mí te extraña, desde el más profundo amor, hasta el más profundo deseo.

Quisiera que toda esta tormenta termine de una vez para que podamos volver a empezar y creo en que así sea. Porque creo profundamente en este amor y en lo maravillosos que nos sentimos cuando estamos juntos.


Te extraño.

Tuya,

Aylén.