jueves, 11 de febrero de 2016

Salvatore

Debí despedirme en el momento correcto pero en el momento correcto creo que apenas podía respirar.

Era la última semana de Noviembre y ni yo sabía que iba a ser tan dura y difícil de atravesar como resultó.
Vos estabas en Buenos Aires y habíamos arreglado para vernos, pero mis horarios eran complicados así que hiciste una especie de berrinche virtual cosa que era normal ya que yo te consideraba un hombre bastante caprichoso, y vos sabías que yo también lo era. Incluso ese último jueves había un poco de recelo pero pensé que te ibas a ablandar con los días y en el próximo viaje íbamos a seguir con nuestras charlas como de costumbre.
Siempre tuvimos una relación muy fluida, tranquila, íntima y cómplice. Yo no necesitaba gritarte en las redes para que todos vieran como me hablabas, éramos sólo nosotros dos en esta amistad y no había espacio para nadie más. Nadie nos habría comprendido si intentábamos explicárselo, así que lo dejamos para nosotros.
Virtualmente éramos bastante compañeros, si estabas a las corridas en Nueva York intentando conseguir un taxi para llegar a una cena de Thanksgiving, yo estaba en el taxi con vos. Si estabas a almorzando entre vuelo y vuelo donde debías hacer trasbordo, yo también estaba haciéndote compañía. Y a veces en medio de sesiones extensas de trabajo te musicalizaba.
En la ciudad del mundo en la que te encontraras, siempre había una charla o anécdota de alguna parte, podías contarme desde la cena familiar hasta las mujeres con las que querías acostarte en las noches siguientes. Transparentes y cómplices.
Escorpión mío, más que mío eras del mundo y el mundo te pertenecía en su totalidad. Lo mismo me enseñaste a mí, me enseñaste que las personas no les pertenecemos a nadie sino que elegimos un lugar y allí nos quedamos por propia voluntad.
Nos quedaron ideas, charlas y encuentros pendientes. No entiendo como la vida puede darse el lujo de quitarnos a una persona tan maravillosa como vos.
Te lloré y te hablé en sueños durante varias noches. Llevo un pedacito tuyo dentro mío hasta el día que me toque irme y acompañarte en algún bar del más allá.
Cuando te conocí, me liberaste. Y cuando te fuiste me enseñaste lo luminoso que podía ser todo.
Voy a ser feliz y a disfrutar, voy a animarme a hacer cosas hermosas, voy a ser del mundo y el mundo va a ser mío.

Hermoso Salvatore, te voy a extrañar siempre.
Agradezco que hayas sido parte de mi vida, una parte irremplazable. Y por haberme hecho sentir maravillosa desde el primer momento.

Nos vemos en nuestra próxima vida, Migue.

No hay comentarios:

Publicar un comentario