miércoles, 16 de noviembre de 2016

Long road to...

Mientras pedíamos un almuerzo rápido en el Boston y hablábamos de mudanzas y reuniones de fin de año decidí que tenía que ser la primer persona a la que le contara lo que estaba pasando por mi mente y mi cuerpo. No podía soportar tener tanta información y debía compartirla con alguien. La elegí a ella.
Le dije que desde el principio sospeché que algo iba a pasar ya que no es común sentir conexión con alguien apenas lo conocés, sabía su nombre y su edad y había visto su cara en fotos pero podía ser tranquilamente una persona completamente olvidable, pero eso no fué así. Y lo que me costaba con otros, con él ya no.
Ese día sentí y proyecté, pero nada pasó como mi cabeza lo había planeado, y mucho menos la última vez.
Creí que quizás ya no iba sentir nada, crei que simplemente iba a rechazarlo y pasar a otro tema, pero no fue así. Mi cuerpo siente un temblor imperceptible al ojo humano cuando estoy cerca, o quizás tiemble por dentro y por eso sólo yo puedo notarlo. Lo miro y no necesito decir nada porque nuestros ojos a veces dicen más que nosotros mismos.
Hay un código muy íntimo que se respeta y guía nuestro encuentro, ya no hay nada que me diga cómo debo ser y simplemente soy, y para mi sorpresa había olvidado lo que era eso.
No hay pasos a seguir, no hay reglas, no hay nada aunque estemos rodeadosde todo, y simplemente somos. Fluimos con el correr de los minutos y el encuentro es totalmente natural. Dos humanos hablando un mismo idioma que los demás desconocen. Dos seres conectados en medio del caos. Dos personas sintiendo algo que se esconde sobre capas de dolor, miedos, angustias y sobre todo desamor.
Es algo que se percibe en el aire y ninguno dice, ya no me planteo por qué no se habla, intenté averiguarlo muchas veces y todos esos intentos fueron en vano, hay cosas que no necesitan ser explicadas, están ahí y debemos aprender que son parte del todo.
Ahora hay algo más profundo porque decidí entregarme por completo a lo que siento, sin necesidad de que mi mente trate de encasillarlo todo. El sufrimiento viene cuando trato de encasillarlo porque creo que así deberían ser las cosas y me olvido que lo que más me conecta conmigo es precisamente mi don de fluir en ese caos, es ahí cuando brillo y dejo de pretender para disfrutar.
Decidí disfrutar cuando sin querer mi mente dejó de escucharlo en medio de una conversación y me dediqué simplemente a admirar cada movimiento de su boca, de sus ojos y de sus manos. En ese momento entendí lo que había sentido el día que lo conocí, ese encuentro llevaba a esto.
Me llevaba a reencontrarme conmigo y con la plenitud que siento en esas pequeñas pero hermosas conexiones.
Ya no hay palabras, ni explicaciones. De ahora en más todo lo que hay en mí es poesía, ya no hay cadenas, ni sufrimiento, porque como dice papá "el dolor es inevitable en nuestra vida, no así el sufrimiento".
Dejé el sufrmiento atrás y me entrego por completo a este sentimiento que me invade ain saber a dónde me lleva, y es esta misma entrega la que nuevamente deja las puertas abiertas de mi corazón tanto para que entre alguien, como para que salga.

Ya no escucho lo que debería ser, dejo que sea.

Le expliqué con detalle lo que me producía en el cuerpo, le dije que mis ganas de tenerlo son las mismas que me hacen dejarle la puerta abierta. Asumí esta vez estar aterrada del futuro, tanto de uno próspero como del escenario más caótico, pero también le dije que había conectado con una parte que crei que había perdido y sin embargo habita dentro de mí.
Le dije que me encontré conmigo a través de él y eso es lo único que no quiero volver a perder.
La charla terminó con mis ojos llorosos, una frase que no me animo a repetir, y una felicidad inmensa por encontrarme de nuevo en un camino que crei que no volvería a retomar jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario